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CIMON.

cho oracion á la Diosa, bajó al mar, inspirando á no pocos aliento y confianza. Tampoco era despreciable su figura, sino que era de buena talla, teniendo poblada la cabeza de espesa y ensortijada cabellera. Habiéndose mostrado en el combate denodado y valiente, al punto se ganó la opinion y amor de sus conciudadanos, reuniéndose muchos alrededor de él, y exhortándole á pensar y ejecutar cosas dignas de Maraton. Cuando ya aspiró al gobierno, el pueblo lo admitió con placer, y estando empalagado de Temistocles, lo adelantó á los primeros honores y magistraturas de la ciudad, viéndole afable y amado de todos por su mansedumbre y sencillez. Contribuyó tambien á sus adelantamientos Arístides el de Lisimaco, ya por ver la apacibilidad de sus costumbres, y ya tambien por hacerle como rival de la sagacidad é intrepidez de Temistocles.

Cuando despues de haberse retirado los Medos de la Grecia se le nombró general de la armada, á tiempo que los Atenienses no tenian todavía el imperio, sino que seguian aún la voz de Pausanias y los Lacedemonios, lo primero de que cuidó en sus expediciones fué de hacer observar á sus ciudadanos una admirable disciplina, y de que en el denuedo se aventajaran á los demas. Despues, cuando Pausanias concertó aquella traicion con los bárbaros, escribiendo cartas al Rey y á los aliados, empezó á tratarlos con aspereza y altanería, mortificándolos en muchas ocasiones con su modo insolente de mandar y con su necio orgullo: Cimon hablaba con dulzura á los que habian sido ofendidos, mostrábaseles afable, y sin que se echara de ver, iba ganando el imperio de la Grecia, no con las armas, sino con su genio y sus palabras. Así es que los más de los aliados se arrimaron á él y á Arístides, no pudiendo sufrir la aspereza y soberbia de Pausanias. Éstos, no sólo los admitieron benignamente, sino que escribieron á los Eforos para que retiraran á Pausanias, por cuanto afrentaba á Esparta é inquietaba toda la Grecia. Dícese que habiendo