Página:Las vidas paralelas de Plutarco - Tomo II (1879).pdf/104

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
106
Plutarco.—Las vidas paralelas.

los timoneros; diciendo los adivinos que aquella vision concordaba con los sueños de las sacerdotisas, y que el fuego del cielo significaba que las Diosas protegian la expedicion, por cuanto la Sicilia estaba consagrada á Proserpina, teniéndose por cierto que allí se habia ejecutado el rapto, y que aquella isla se le habia dado en dote al tiempo de sus bodas.

Lo que es de parte de los Dioses inspiraron estas cosas grande confianza á la expedicion; por lo que, navegando presurosamente, aportaron á Italia; mas las noticias que vinieron de Sicilia pusieron á Timoleon en graves dudas, y causaron desaliento en los soldados, Porque Iquetes, habiendo vencido en batalla á Dionisio, y tomado la mayor parte de los puestos de los Siracusanos, tenía sitiado y circunvalado á aquél, habiéndole obligado á refugiarse al alcázar y á lo que llamaban la Isla; y á los Cartagineses les habia ordenado que estuvieran á la mira de que Timoleon no aportara á Sicilia, puesto que retirados éstos, podrian con sumo reposo repartirse entre sí la isla. Los Cartagineses, pues, enviaron á Regio veinte galeras, en las que iban embajadores de lquetes á Timoleon con propuestas acomodadas á lo sucedido: pues que venian á ser arterías y apariencias muy bien disimuladas con dañados intentos, prestándose á admitir al mismo Timoleon, si queria pasar cerca de Iquetes, y tener parte con él en todos los consejos y en todos los negocios; mas con la condicion de que las naves y los soldados los habia de despachar á Corinto, como que de una parte faltaba muy poco para que la guerra estuviese acabada, y de la otra se hallaban los Cartagineses en ánimo de impedir el desembarco, y pelear contra los que hiciesen resistencia. Los Corintios, pues, cuando llegados á Regio se hallaron con semejante embajada, y vieron que los Fenicios estaban surtos por aquellas inmediaciones, se indignaron de ser escarnecidos; y en todos se suscitó enojo contra Iquetes, y miedo por