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Plutarco.—Las vidas paralelas.

maron la vía de Taurominio de Sicilia, recibiéndolos, y áun teniéndolos llamados de antemano con la mejor voluntad, Andromaco, á quien estaba encomendada la ciudad, y que tenía en ella el mayor poder. Era éste padre de Timeo el Historiador; y con baber alcanzado en aquella sazon mayor autoridad que cuantos dominaban en la Sicilia, á sus ciudadanos los gobernaba en ley y justicia, y á los tiranos era notorio que los miraba con aversion y desagrado; así es que entonces ofreció su ciudad como refugio á Timoleon, y á sus ciudadanos los persuadió á que hicieran causa comun con los de Corinto, y juntos dieron la liberJad á la Sicilia.

Los Cartagineses que quedaron en Regio, visto que se habia retirado Timoleon y se habia disuelto la junta, estaban muy sentidos de que con otra estratagema se hubiesen burlado las suyas; con lo que dieron ocasion á que los Reginenses los insultaran un poco, diciéndoles: «¿Cómo siendo Fenicios os incomodais de lo que se hace con engaño!» Enviaron, pues, á Taurominio un embajador en una de sus galeras, el cual, habiendo hablado largamente con Andromaco, extendiéndose acalorada y groseramente sobre que era preciso despidiese sin la menor detencion á los Corintios, por último, mostrándole la mano primero por la palma, y despues por el otro lado, le amenazó que siendo su ciudad de esta manera, la volveria de la otra.

Andromaco, echándose á reir, nada absolutamente le res pondió, sino que extendiendo como él la mano, primero por la palma y luego por la otra parte, le intimó que se fuera cuanto antes, si no queria que siendo su nave de esta manera la pusiese de la otra. Mas lquetes, luego que supo el desembarco de Timoleon, cobró miedo, y llamó cerca de si muchas de las galeras de los Carlagineses; con lo que sucedió que los Siracusanos desconfiaron completamente de su salud, viendo á los Cartagineses apoderados del puerto, á Iquetes dueño de la ciudad, á Dionisio defen-