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Plutarco.—Las vidas paralelas.

el alcázar de los Siracusanos, y despachó á Dionisio al Peloponeso. Alentados con estos sucesos los Corintios, envíanle dos mil infantes y doscientos caballos; los cuales llegados á Turios, considerando arriesgada aquella travesia por tener los. Cartagineses obstruido el mar con muchas naves, precisados á detenerse allí esperando oportunidad, sacaron al fin partido de aquel ocio para una accion provechosa. Porque de los Turios los que habian peleado contra los Brucios, tomando esta ciudad, y teniéndola como patria, la guardaron con leal y fiel custodia. Iquetes, que, como se ha visto, tenía sitiado el alcázar de Siracusa, impédia que á los Corintios les llegasen víveres; y respecto de Timoleon, habiendo sobornado á dos extranjeros para que á traicion le diesen muerte, los envió á Adrano; donde además de que aquel no solia usar de guardia alguna para su persona confiado en el Dios, se entretenia todavía con ménos cuidado y recelo en medio de los Adrianitas. Supieron por casualidad los sobornados que iba á hacer un saerificio, y dirigiéndose al templo con puñales encubiertos debajo de la ropa, se metieron entre los que estaban junto al ara, y poco a poco se le fueron acercando más. No fatá laba ya otra cosa sino que se diera la voz para la acometida, cuando uno de los circunstantes hiere con el puñal en la cabeza á uno de los dos, que cayó muerto; y entónces, ni se detuvo el que dió el golpe, ni el que había ido con el herido, sino que aquél de la misma manera como estaba con el puñal en la mano dió á huír, y se subió á una piedra muy alta; y este otro, asiéndose del ara, pedia á Timoleon que le indultase bajo la condicion de descubrirlo todo. Concediósele, y reveló contra si y contra el muerto que habian sido enviados para asesinarle. En esto ya otros traian al de la piedra, que venía gritando no haber cometido delito alguno, sino que con justicia había dado muerte á aquel hombre, para vengar la de su padre, á quien antes la habia dado aquél en Leoncio. Hubo entre los