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Timoleon.

devastado, encendiéronse en ira contra los Corintios, siendo sus caudillos Asdrubal y Amilcar. Llegada esta nueva velozmente á Siracusa, de tal manera se acobardaron los Siracusanos á la vista de tan desmedidas fuerzas, que de tan gran número de ciudadanos apénas tres mil tuvieron ánimo para tomar las armas y juntarse con Timoleon. Los estipendiarios eran cuatro mil, y áun de estos unos mil desertaron de miedo en la marcha, dándose á entender que Timoleon no estaba en su acuerdo, sino que deliraba por la edad, yendo con cinco mil infantes y mil caballos contra setenta mil enemigos, y desviando sus fuerzas de Siracusa el camino de ocho días; con lo que ni los que huyesen tendrian salvamento, ni los que muriesen sepulcro. Mas Timoleon reputó á ganancia el que éstos se hubiesen manifestado antes de la ocasion, y alentando á los otros los condujo á marchas forzadas al rio Crimeso, adonde oyó haberse dirigido tambien los Cartagineses.

Iba subiendo á un collado, vencido el cual habian de descubrirse el ejército y todas las fuerzas de los enemigos, cuando llegaron á ellos unas acémilas cargadas de apios; y á los soldados les ocurrió que era mala señal, porque tenemos la costumbre de coronar por piedad con apio los monumentos de los muertos; y de aquí nació el proverbio que dice respecto del que se halla peligrosamente enfermo, que aquel está ya pidiendo apio. Queriendo, pues, apartarlos de semejante supersticion, y disipar su desconfianza, parando la marcha, les habló Timoleon en los términos que el caso pedia, y les dijo: «Que antes de la victoria la corona por sí misma se les venía á la mano: porque los Corintios coronan con apio á los que vencen en los juegos Istmicos, teniendo á esta planta por una insignía sagrada y propia de su país.» Pues ya entonces era de apio la corona de los juegos Istmicos, como lo es ahora de los Nemeos, y no mucho ántes habia sido de pino. Hablando, pues, Timoleon á los soldados en la forma que be-