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Plutarco.—Las vidas paralelas.

mos dicho, y tomando unas hojas de apio, se coronó el primero; y despues de él los jefes, y luego la tropa. Divisaron entonces los adivinos dos águilas que por allí pasaban, de las cuales la una llevaba un dragon despedazado entre las garras, y la otra en su vuelo daba grandes y descompasados chillidos: mostráronias, pues, á los soldados, y todos se movieron á hacer votos y plegarias á los Dioses.

Era entonces la estacion del verano á fines del mes Targelion, cuando ya el tiempo tocaba en el solsticio; y formando el rio una densa niebla, al principio cubria con su oscuridad la ribera, y nada podia verse de lo que hacian los enemigos: solamente llegaba al collado un eco indeterminado y confuso, causado á lo lejos por un ejército tan numeroso. Mas luego que los Corintios acabaron de allanar el collado, y que dejando los escudos empezaron á tomar aliento, levantándose ya el sol y alzando del suelo los vapores, espesado y condensado el aire en la parte superior, cubrió las alturas; y quedando fibres los terrenos bajos, se descubrió el Crimeso y se vió que le estaban pasando los enemigos, primero con los carros ordenados en batalla de un modo terrible, y en pos de ellos con diez mil infantes cuyos escudos eran blancos. Conjeturóse que éstos eran Cartagineses por la brillantez de sus arreos y por el apiñamiento y órden de su marcha. Agolpábanse luego todas las demas naciones, y emprendian el paso en desórden y confusion; lo que advertido por Timoleon conoció al punto que el rio le proporcionaba tomar de la muchedumbre de los enemigos aquellos con quienes quisiera pelear. Ordenó, pues, á sus soldados que miraran la falange de los enemigos dividida por la corriente, habiendo pasado unos y estando otros por pasar; y mandó á Demareto que con la caballeria acometiese á los Cartagineses, y que desordenara su formacion ántes de verificarse.

Bajó entonces al llano, y dió á otros Sicilianos á mandar las dos alas, poniendo en cada una de ellas unos cuantos