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Timoleon.

servidos con dificultad y grande esfuerzo, con el generalato de Timoleon, en el que hubo tanta facilidad como esplendor; al que bien lo advierta, no le parecerá éste obra de la fortuna, sino de una virtud afortunada. Con todo, él atribuyó siempre á la fortuna sus buenos sucesos, y tanto escribiendo á sus amigos de Corinto, como arengando á los Siracusanos, dijo muchas veces, daba gracias á Dios, porque teniendo determinado salvar á la Sicilia, habia sobrepuesto su nombre de él en este decreto. Edificó asimismo al lado de su casa templo al Acaso, en que hizo sacrificio, y la casa misma la consagró al sagrado Genio. Era esta la que los Siracusanos le habian regalado por premio de su acertado mando, juntamente con un terreno de lo más agradable y delicioso, en el que se recreaba la mayor parte del tiempo, habiendo hecho venir de Corinto á su mujer y sus hijos; pues ya no volvió allá, ní se mezcló en las turbaciones de la Grecia, ni tampoco quiso incurrir en la envidia por gobernar, en que suelen estreilarse los más de los generales por la insaciable ánsía de honores y mando, sino que pasó allí su vida, gozando de los bienes que él mismo había proporcionado, de los cuales era el mayor ver tantas ciudades y tantos millares de hombres que por él eran dichosos.

Mas como á la cogujada no puede faltarle moño, segun Simonides, ni tampoco al gobierno popular calumniador, tomaron por su cuenta á Timoleon estos dos alborotadores Lafistio y Demeneto. Pedia Lafistio que diese fianzas en cierta causa; y él no permitió á los ciudadanos que se alborotaran y se lo impidieran, diciendo que habia llevado con gusto tantos trabajos y peligros para poner å los Siracusanos en estado de que el que quisiera pudiera usar de las leyes. Demeneto le acusaba en la junta pública de muchos capítulos por cosas de su mando; mas nada le contestó, y solamente dijo, que estaba muy reconocido á los Dioses por ver á los Siracusanos en posesion de la liber-