Página:Las vidas paralelas de Plutarco - Tomo II (1879).pdf/144

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
146
Plutarco.—Las vidas paralelas.

Sabidos estos Bucesos de los Romanos, parecióles sería bueno dejarse en la designacion de generales del favor y la condescendencia, y llamar al mando á un hombre de juicio que supiera conducirse en los negocios arduos. Este era Paulo Emilio, adelantado si en edad, pues tenía unos sesenta años, pero fuerte todavía y robusto, y de gran inAujo por sus clientes, sus hijos jóvenes, y el gran número de amigos y parientes poderosos en la república, los cuales todos le inclinaban á que se prestase á los votos del pueblo que le llamaba al consulado. Al principio recibió mal á la muchedumbre, y desdeñó su celo y su áusia de honrarte, como que no necesitaba de tal mando; mas presentándosele todos los dias á sus puertas rogándole que concurriese á la plaza, y aclamándole, se dejó por fin convencer; y mostrándose entre los que pedian el consujado, pareció no que iba á recibir el mando, sino que llevaba ya la victoria y el triunfo de la guerra, y que daba facultad á los ciudadanos para celebrar los comicios: ¡tanta fué la esperanza y seguridad que inspiró á todos! Nombráronle, pues, segunda vez Cónsul, no dejando que se echaran suertes sobre el mando de las provincias, como era de costumbre, sino decretándole desde luego el mando de la guerra macedónica. Cuéntase que retirándose á su casa con brillante acompañamiento, luego que fué proclamado Cónsul por todo el pueblo, encontró muy llorosa á una niña suya, todavía muy poqueña, y que saludándola le preguntó qué era lo que le afligia; y ella Horando, y echándosele al cuello, le respondió: «¿Pues no sabeis, oh padre, que se me ba muerto Perseo?» diciéndolo por un perrillo que habia criado y tenía este nombre; y que el padre le dijo: «En buen hora, hija, y admilo el agüero.» Refiere este suceso Ciceron el orador en sus libros de adivinacion.

Era costumbre que los elegidos Cónsules, para manifes tar su agredecimiento, saludaran al pueblo con semblante risueño desde la tribuna; mas Emilio, congregando en