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Paulo Emilio.

junta á los ciudadanos, les dijo que él habia pedido el primer consulado apeteciendo el mando; y el segundo porque ellos buscaban un general: por tanto, que ninguna gratitud les debia, y que si pensaban que otro conduciria mejor las cosas de la guerra se desistia del mando; mas si conflaban en él, que en nada se mezclaran ni anduvieran alborotando, sino que con silencio le ayudaran å preparar lo necesario para la expedicion, pues si querian mandar al que los mandaba, se barian más ridículos de lo que erap en las cosas de la guerra. Con este discurso causó gran vergüenza á los ciudadanos; pero les inspiró gran conflanza del éxito: estando todos muy contentos con no haber becho caso de los aduladores, y baber elegido un general de tanta franqueza y prudencia. ¡Hasta este punto se sacriflcaba el pueblo romano por la virtud y la honestidad, cuando se trataba de dominar y ser el primero de todos!

El que Emilio Paulo, marchando á aquella campaña, hubiera llegado al ejército con mucha prontitud y seguridad, haciendo su navegacion felizmente y sin tropiezo, téngolo desde luego por cosa prodigiosa; y por lo que hace á la guerra misma y los sucesos de ella, parte atribuyo á lo pronto de su decision, parte á su buen consejo, y parte tambien á la diligencia de sus amigos; mas al ver que todo se hizo en virtud de intrepidez en los peligros y de gran firmeza on las determinaciones, obra tan señalada y gloriosa como ésta no considero que deba atribuirse, como respecto de otros generales, á la buena dicha de este insigne varon; á no ser que se quiera llamar buena dicha de Emilio la avaricia de Perseo, la cual, temiendo por el dinero, echó por tierra y aniquiló las grandes y brillantes esperanzas que en aquella guerra tenian fundadas los Macedonios. Porque á su ruego acudieron á él los Bastarnas, diez mil de á caballo y diez mil de relevo, todos á sueldo hombres que no entendian de labrar la tierra, ni de navegar, ni de vivir pastoreando ganado, sino que estaban da-