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MARCELO.

rescate, sino que le dió dádivas, y le hizo su amigo y huésped. Correspondiendo, pues, Bandio agradecido este favor, era uno de los que anibalizaban con más ardor; y como tenta influjo, incitaba al pueblo á la desercion. No tenía Marcelo por justo deshacerse de un hombre á quien la fortuna habia distinguido tanto, y que había tenido parte con los Romanos en sus más memorables batallas; y como además fuese por su carácter dulce y humano en el trato, é inclinado á excitar en los hombres sentimientos de honor, habiéndole en una ocasion saludado Bandio, le preguntó quién era, no porque no le conociese mucho tiempo habia, sino para buscar algun principio y motivo de entrar en conversacion. Cuando le respondió soy Lucio Bandio, mostrando alegrarse y maravillarse: «¡Cómo! le respondió, ¿tú eres aquel Bandio de quien tanto se ha hablado en Roma, con motivo de la batalla de Canas, diciéndose baber sido tú el único que no abandonó al cónsul Paulo Emilio, sino que aun esperaste y recibiste en tu propio cuerpo los dardos que contra aquél se lanzaban? Contestándole Bandio, y mostrando además algunas de sus horidas; «paes te niendo, continuó Marcelo, tales señas de amistad bácia nosotros, ¿por qué no te has presentado al instante? ¿ crees que no sabemos recompensar la virtud de unos ami gos que vemos acatados de nuestros contrarios?» Además de balagarle y atraerle de esta manera, le regaló un caballo hecho á la guerra, y quinientas dracmas.

Desde entonces Bandio fué para Marcelo el compañero y auxiliar de mayor conflanza, y el más temible denunciador y acusador de los que eran de contrario partido; que había muchos, y tenian meditado, cuando los Romanos saliesen contra los enemigos, robarles el bagaje. Por lanto Marcelo, formando sus tropas dentro de la ciudad, colocó junto a las puertas todo el carruaje, é intimó á los Nolanos que no se aproximen á las murallas: notábanse estas de siertas de defensores, y esto indujo á Aníbal á marchar