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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Tendré cuidado; pues en modo alguno Al execrable advenedizo Teuero Quiero se dé de la denuncia el premio.

Y no porque los tales denunciadores hubiesen dado pruebas ciertas y seguras: ántes preguntado uno de ellos cómo babia conocido á los mutiladores de los Hermes, respondió que á la claridad de la luna, con la más maniflesta falsedad, porque el hecho habia sido en el dia primero, ó de la nueva luna. Esto á las gentes de razon las dejó aturdidas; pero nada influyó para ablandar el ánimo de la plebe, que continuó con el misino acaloramiento que al principio, conduciendo y encerrando en la cárcel á cualquiera que era denunciado.

Uno de los presos y encarcelados por aquella causa fué el orador Andócides, á quien lelánico, escritor contemporáneo, hace entroncar con los descendientes de Ulises.

Era reputado Andócides por desafecto al pueblo y apasionado de la oligarquía; y sobre todo, en el crímen de la irreverencia le habia hecho sospechoso el grande Hermes, ofrenda que la tribu Egeide babia consagrado junto á su casa; porque de los pocos que había sobresalientes entre los demas, este sólo habia quedado sano: así, áun ahora se denomina de Andócides, y así le llaman todos, no obstante que la inscripcion lo repugna. Ocurrió asimismo que entre los muchos que por aquel delito se hallaban en la cárcel, trabó Andócides amistad é intimidad con otro preso llamado Timeo, que si no le igualaba en la fama y opinion, le aventajaba en penetracion y osadia. Persuadió éste á Andócides que se delatase á sí mismo y á algunos otros en corto número: porque al que confesase, se habia ofrecido la impunidad, y si para todos era incierto el éxito del juicio, para los que tenian opinion de poder era muy temible; por tanto que era mejor mentir para salvarse, que morir con infamia por el mismo delito; y áun atendiendo al bien