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Alcibiades.

comun, valia más con perder á unos pocos de dudosa conducta, salvar al mayor número y á los hombres de bien de la ira del pueblo. Con estos consejos y exhortaciones convenció Timeo por fin á Andócides; y haciéndose denunciador de sí mismo y de otros, consiguió para sí la inmunidad conforme al decreto; pero los que por él fueron denunciados, á excepcion de los que pudieron huir, todos murieron; y para ganarse más crédito, comprendió Andócides en la delacion á sus propios esclavos. Mas no con esto desfogó el pueblo toda su rabia; ántes libre ya de los irreverentes á Mercurio, como con una ira que habia quedado ociosa, se convirtió todo contra Alcibiades. Ultimamente envió en su busca la nave de Salámina, bien que encargando, no sin gran cautela, que no se le hiciese violencia ni se tocase á su persona, sino que se le hablara blandamente, dándole órden de ir á Atenas para ser juzgado y satisfacer al pueblo; porque lemian un tumulto y una sedicion del ejército en tierra extraña, cosa que Alcibiades, á haber querido, le hubiera sido muy fácil de ejecutar; pues con su ausencia desmayó mucho aquél, temiendo que en las manos de —Nicias iria larga la guerra y experimentaria dilaciones fastidiosas faltando el aguijon que todo lo movia, por cuanto aunque Lamaco era belicoso y valiente, carecia de dignidad y respeto por su pobreza.

Embarcándose, pues, inmediatamente Alcibiades, les quitó a los Atenienses á Mesana de entre las manos, porque estando prontos los que habian de entregar la ciudad, él, que estaba bien enterado de todo, lo reveló á los amigos de los Siracusanos, y deshizo la negociacion. Llegado á Turios, bajó de la galera, y ocultándose, pudo frustrar la diligencia de los que le buscaban. Hubo alguno que le conoció, y le dijo: «¿No te flas, oh Alcibiades, en la patria?» y él le respondió: «En todo lo demas sí, pero cuando se trata de mi vida, ni en madre, no fuera que por equivocacion echase el cálculo negro en lugar del blanco.» Oyendo