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Plutarco.—Las vidas paralelas.

die se lo estorbase y con toda seguridad, dirigiéndose ambos salvos por este medio á Siracusa á presentarse á Marcelo. Este, que babía recibido muchas ofensas y agravias de los Enguyenses, marchó allá é hizo encadenarios á todos para tomar venganza; mas entónces Nicias acudió á él, y empleando los ruegos y las lágrimas, asiéndole de las manos y las rodillas, le pidió por sus conciudadanos empezando por sus enemigos; y apiadado Marceio, los dejó libres á todos, sin haber causado á la ciudad la menor ve jacion, y á Nícias le hizo concesion de mucho terreno y le díó grandes presentes. Este hecho es Posidonio el filósofo quien nos le dejó escrito.

Por llamamiento de los Romanos volvió Marcelo á la guerra prolongada y doméstica, trayendo la mayor y más rica parte de las ofrendas votivas de los Siracusanos, para que sirviesen de recreo á su vista en el triunfo y á la ciudad de ornate; porque ántes no habia ni se conocia en ella objeto exquisito y primoroso, ni se veía nada que pudiera decirse gracioso, pulido y delicado: estando llena de armas de los bárbaros y de despojos sangrientos, que no hacian una vista alegre y exenta de temor y miedo propia de espectadores criados con regalo, sino que, así como Epaminondas llamaba orquesta de Marte al territorio de la Beocis, y Jenofonte á Efeso maestranza de la guerra, de la misma manera parece que cualquiera daria á Roma, segunel lenguaje de Pindaro, la denominacion de campo consagrado al belicoso Marte. Por esta causa Marcelo, que adornó la ciudad con objetos vistosos y agradables, en que se descubria la gracia y elegancia griega, se ganó la benevolencia del pueblo; pero Fabio Máximo la de los ancianos: porque no recogió esta clase de objetos, ni los trasladó de Tarento cuando la tomó, sino que los otros bienes y las otras riquezas los extrajo; pero se dejó las estatuas, pronunciando aquella sentencia tan conocida: «Dejemos á los Tarentinos sus Djoses irritados.» Reprendian, pues, á