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Plutarco.—Las vidas paralelas.

bas manos una gran piedra, la arrojó á los piés de Pausa alas, diciéndole que el voto que él daba sobre la batalla era aquel, sin hacer ningun caso de las disposiciones y resoluciones tímidas de los demas. Quedó confuso Pausanias con semejante suceso, y envió á decir los Atenienses, que ya estaban en camino, que le aguardasen para marchar juntos, llevando consigo la demas tropa hácia Platea, á ver si con eso movia á Amonfareto. Vino en esto el día, y Mardonio, á quien no se ocultaba que los Griegos habian abandonado el campo, teniendo á punto su ejército, se dirigió contra los Lacedemonios con gran rumor y algazara de los bárbaros, que sin que interviniese batalla contaban con destrozar á los Griegos, alcanzándolos en su fuga; y en verdad que estuvo en muy poco el que asi no sucediese. Porque observando Pausanias lo que pasaba, es cierto que hizo alto, y mandó que cada uno ocupara su puesto de batalla; pero ó por el enfado con Amonfareto, ó por la prontitud con que le sorprendieron los enemigos, se le olvidó dar la señal á los otros Griegos; por lo cual ni se reunieron pronto ni muchos á la vez, sino con tardanza y en partidas, cuando ya el riesgo estaba encima. Bizo sacrificio, y como no se anunciase fauste, mandó á los Lacedemonios que poniendo á los piés los escudos, se estuvieran quedos atendiendo á él, sin hacer oposicion á ninguno de los enemigos. Volvió á sacrificar, y cayó sobre ellos la caballería, de manera que ya los alcanzó algun dardo, y fué herido alguno de los Esparciatas. En esto sucedió que Calicrates, que se decia ser el hombre de más hermosa y gallarda persona de cuantos Griegos habia en aquel ejército, fué asímismo herido de muerte; y al caer exclamó que no sentia el morir, pues que había salido de su casa con la resolucion de perecer, si era necesario, por la salud de la Grecia, sino el morir sin haberse valido de sus manos. Era, pues, terrible la situacion de aquellos hombres y admirable su paciencia, pues que no haciendo resistencia á los