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Plutarco.—Las vidas paralelas.

ilas, comidas fiambres, vestidos lisos, y una casa como las del comun de ciudadanos, y hacerse admirar más por no necesitar de superfluidades que por poseerlas; esto era ya muy raro en un tiempo en que la autoridad no se conservaba pura por su misma grandeza, sino que, con tener superioridad sobre muchos negocios y muchos hombres, habia dado entrada á diversas costumbres, y se veian ejemplos de portes y medios de vivir muy diferentes. Con razon, pues, miraban todos á Caton como un prodigio, al ver que los demas, debilitados por los placeres, no eran para aguantar ningun trabajo, y que éste en ambas cosas se conservaba invicto, no sólo de jóven y cuando aspiraba á los honores, sino anciano ya y canoso despues del consulado y triunfo, como un alleta constantemente vencedor que se mantiene siempre igual en la lucha hasta la muerte.

Porque se dice que nunca llevó vestido que valiese más de rien dracmas; que de general y de cónsul bebió siempre del mismo vino que sus trabajadores; que las provisiones para la comida las tomo siempre de la plaza sin gastar más de treinta cuartos, y esto por causa de la república, á fin de robustecer el cuerpo para la guerra; que babiéndole tocado de botin un paño babilonio, al punto lo vendió; que jamás tuvo casa ninguna de campo revocada de cal, y que nunca compró esclavo que le costase arriba de mil y quinientas dracmas, como que no los buscaba delicados ó de hermosa presencia, sino trabajadores y robustos, propios para ser gayanes y vaqueros: y áun de estos, cuando ya eran viejos, opinaba que era preciso deshacerse para no mantener gente inútil. En una palabra, era de dictámen que no debia tenerse nada superfluo; y que áun en un cuarto es caro aquello que no se necesita. Y en cuanto á campos, queria poseer los de labor y pasto, no verjeles ó jardines.

Atribuian algunos á mezquindad esta tan rigurosa economía; pero otros veian en ella el esmero y la rígida tem-