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Plutarco.—Las vidas paralelas.

tan de Temistocles; porque éste como recabase de él muchas cosas su hijo por medio de la madre, «mira, mujer, le dijo, los Atenienses mandan á los Griegos, yo á los Atenienses, tú á mí, y á tí el hijo: por tanto, véte á la mano en tu autoridad, por la que aquel, con no tener el mayor juicio, manda sobre todos los Griegos.» Decia que el pueblo romano no sólo ponia precio á la púrpura, sino tambien á las ocupaciones: porque así como los tintoreros tiñen más ropas de aquel color que ven estar más en moda, del mismo modo los jóvenes á aquello se aplican y dedican más que ven en mayor estimacion y alabanza. Exhortábalos á que si se habian hecho grandes con la virtud y la moderacion, no empezaran á usar de peores medios; y si se habian engrandecido con la destemplanza y la maldad, se convirtieran á lo mejor, pues que ya con aquellas se habian hecho bastante grandes. De los que solicitaban repetidas veces las magistraturas decia, que como si no supieran el camino, buscaban el ir siempre con lictores para no perderse. Reprendia á los ciudadanos de que eligiesen muchas veces los mismos magistrados: «porque dais á entender, decia, que no teneis en mucho la autoridad, ó que creeis ser pocos los que son dignos de ella.» Pareciéndole que une de sus enemigos llevaba una vida torpe é ignominiosa, «la madre de éste, dijo, no hace la debida plegaria á los Dioses, si les pide que le sobreviva.» Mostrando á uno que había vendido ciertos campos hereditarios, situados en la playa, hizo como que le tenía en mucho por juzgarle, decia, «de más poder que el mar, pues lo que el mar no hacía mas que tocar suavemente, él se lo habia sorbido.» Cuando el rey Eumenes estuvo de paso en Roma, el senado le hizo un magnífico recibimiento, y fué grande la concurrencia y obsequio de los principales; pero en Caton se echaba bien de ver que no hacía ningun caso de él, y ántes se apartaba; y como hubiese quien le dijera que era hombre bueno y apasionado de los Romanos: «En buena