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Plutarco.—Las vidas paralelas.

en la plaza debajo del consejo ó curia, y á la que poso el nombre de la basilica Porcia: mas el pueblo parece que se mostró muy contento del modo con que ejerció la censura; pues que habiéndole consagrado una estatua en el templo de la Salud, no anotó en la inscripcion que Caton mandó ejércitos, ni que triunfó, sino, segun la inscripcion debe traducirse, que hecho censor restituyó á su antigua gravedad con útiles reglamentos y sábias máximas é instituciones el gobierno de los Romanos, ya decadente y muy inclinado á la corrupcion. Y él ántes se habia burlado de los que se complacian en semejantes distinciones, diciendo ocultárseles, que mientras ellos estaban engreidos con las obras de los escultores y los pintores, los ciudadanos, lo que era para él de más bonra, llevaban su imágen en los corazones. Maravillándose algunos de que habiéndose puesto estatuas á muchos hombres sin opinion, él no tuviese ninguna, les respondió: «Más quiero que se progunte por qué no se me pone, que por qué se me ba puesto; y en fin, ni siquiera le era gralo que se le alabara de conservarse un virtuoso ciudadano si no habia de redundar en bien de la república. Mas su mayor alabanza resulta de las siguientes observaciones: los que en alguna cosa fallaban, ai por ella eran reprendidos, solian responder que se les culpaba sin razon, porque al cabo no eran catones; á los que querian imitar algunos de sus hechos, y no mostraban urte é inteligencia, se les llamaba Catones á zurdas; el Senado en los tiempos peligrosos y dificiles ponia en él los ojos, como en la tormenta se ponen en el piloto; suspendiéndose muchas veces por no hallarse presente los negocios de importancia; y todos á una voz convienen en que por sus costumbres, por su elocuencia, y por sus años gozó en la república de una grandísima autoridad.

Fué tambien buen padre, buen marido, y en aumento de su hacienda más que medianamente solicito; echándose bien de ver que no atendia á ella de paso como á cosa pe-