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Plutarco.—Las vidas paralelas.

gunda vez que fué mandado. Con dificultad pudo resolverse á la tercera; pero al fin en ella le manifestó los deseos de la ciudad. Oyúle Filopemen apaciblemente, y pasando á Lacedemonia, les dió el consejo de que no sobornasen á sus amigos hombres de bien, pues que podian de balde sacar partido de su virtud; sino que más bien comprasen y corrompiesen á los malos, que en las juntas sacaban de quicio á la ciudad, para que tapándoles la boca con lo que recibiesen, los dejasen en paz; pues que valia más sofocar la osada claridad de los enemigos que la de los amigos:

¡hasta este punto llegaba su integridad en cuanto á inte reses!

Llegó a entender al cabo de algun tiempo el general de los Aqueos Diófanes, que los Lacedemontos intentaban novedades, por lo que pensaba en castigarlos; y ellos, disponiéndose á la guerra, traian revuelto el Peloponeso; mas en tanto Filopemen trataba de reprimir y apaciguar el enojo de Diófanes, mostrándole que la ocasion en que el rey Antioco y los Romanos amenazaban á los Griegos con tan grandes fuerzas ponia al general en la necesidad de fijar alli su atencion, no tocando los negocios de casa, y haciendo como que no se veian ni se oian los errores de los propios. No le dió oidos Diófanes, sino que con Tito Flaminio entró por la Lacouia; y como se encaminasen hacia la capital, irritado Filopemen, se determinó á un arrojo, no muy seguro, ni del todo conforme con las reglas de justicia, pero grande y propio de un ánimo elevado, cual fué el de pasar á Lacedemonia; y al general de los Aqueos y al cónsul de los Romanos, con no ser más que un particular, les dió con las puertas en los ojos; calmó los alborotos de la ciudad, y volvió á incorporar á los Lacedemonios en la liga como estaban ántes. Más adelante, siendo general Filopemen, tuvo motivos de disgusto con los Lacedemonios, y á los desterrados los restituyó á la ciudad, dando muerte á ochenta Esparciatas, segun dice