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TITO QUINCIO FLAMINIO.

metrio, uno de sus hijos, le envió á Roma, aprovechando excelentemente la ocasion, y consultando con no menor prudencia á lo venidero. Justamente entonces el africano Aníbal, grande enemigo de los Romanos, y que andaba desterrado, se habia acogido ya al rey Antioco, y le excitaba á que echase el resto á su fortuna, cuando el poder se le iba viniendo á las manos por los ilustres hechos que tenia ejecutados, y que le habian granjeado el sobrenombre de grande: animábale por tanto á que extendiera sus miras al mando universal; y sobre todo le acaloraba contra los Romanos. Si Tito, pues, no hubiera con admirable prudencia admitido las proposiciones, sino que con la guerra de Filipo se hubiera juntado en la Grecia la de Antioco, y por causas que les eran comunes se hubieran coligado contra Roma los dos mayores y más poderosos reyes de aquella era, se habria visto de nuevo en combates y peligros en nada inferiores á los de Anibal; pero ahora interponiendo Tito oportunamente la paz entre ambas guerras, y corLando la presente antes de que tuviese principio la que amenazaba, á aquella le quitó la última esperanza y á esta la primera.

Envió el Senado con esta ocasion á Tito diez legados, y éstos eran de sentir que se diera la libertad a los demas Griegos; pero quedando con guarniciones Corinto, la Calcide y la Demetriade para mayor seguridad en la guerra con Antioco; y entonces los Etolios, hábiles en acriminaciones, sublevaban con mayor calor las ciudades, requiriendo por una parte á Tito para que le quitara á la Grecia los grillos (porque éste era el nombre que solia dar Filipo á estas ciudades), y preguntando por otra á los Griegos, si llevando ahora una cadena más pesada, aunque más bellamente forjada que la de ánles, se hallaban contentos y celebraban á Tito como á su bienhechor porque habiendo desatado á la Grecia por los piés la habia ligado por el cuello. Desazonábase Tito con estos manejos, sin-