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PIRRO.

tamaño contratiempo. Entonces los Mesapios, á cuya tierra aportó, se apresuraron con la mejor voluntad á darle los auxilios que podian, procurando recoger las pocas naves que se habian salvado, en las que existian sólo unos cuantos hombres de los de á caballo, ménos de dos mil de infantería y dos elefantes.

Recogido esto poco, marchó Pirro á Tarento, y yendo á encontrarle Cineas, luego que supo su llegada con los soldados que a su venida trajo, entró así en la ciudad; en la que nada hizo por fuerza ni contra la voluntad de los Tarentinos, hasta que se salvaron del mar las otras naves, y llegó la mayor parte de las restantes tropas. Eatónces, como viose que la muchedumbre ni estaba en disposicion de salvarse, ni de salvar á otros sin una gran violencia, coligiéndose ser su ánimo que el mismo Pirro se pusiese delante, mientras ellos permanecian quietos en casa entretenidos en sus baños y convites, cerró los gimnasios y los paseos, que era donde hablaban de negocios y donde hacian la guerra de palabra; apartándolos además de los banquetes y regocijos intempestivos. Llamábalos á las armas, siendo duro é inflexible en los alistamientos de los que habian de servir; tanto, que muchos se salieron de la ciudad, no sabiendo sufrir el ser mandados, y llamando esclavitud al no vivir á placer. Cuando se le anunció que el cónsul de los Romanos Levino movia contra él con grandes fuerzas, talando al paso la Lucania, todavía los aliados no habian parecido; y con todo, creyendo envilecerse con la deten cion y con desentenderse de que tenia tan cerca los enemigos, salió con sus tropas, aunque enviando un mensajero á los Romanos proponiéndoles que, si gustaban, podrian autes de disputar con las armas obtener resarcimiento de perjuicios de los Italianos, siendo él el juez y mediador. Respondióle Levino que ni los Romanos le nombraban árbitro ni le temian enemigo, y adelantándose todavía más, puso su campo en el terreno que mediaba entre las ciudades de