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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Pandosia y Heraclea. Noticioso de que los Romanos se ha bian acercado más, y que lenian su campo al otro lado del rio Siris, dirigiéndose á caballo bácia éste, precisamente para observar, como viese su disposicion, sus guardias, el órden del campamento y todo el arreglo del ejército, que dándose sorprendido, dirigió la palabra á aquel de sus amigos que tenía más próximo, diciéndole: «Este campo de bárbaros, oh Megacles, no es bárbaro: veremos los bechos; y pensando ya en lo que podria suceder, determinó aguardar a los aliados. Por si los Romanos trataban de adelantarse y pasar, colocó junto al rio una guardia que los detuviese; mas éstos, por lo mismo que él determinó esperar, quisieron adelantarse, é intentaron el paso, la infantería por un vado, y los de caballería haciendo el tránsito por diferentes puntos, de modo que los Griegos tuvieron que retirarse; y Pirro, sobresaltado con la noticia, dió órden á los jefes de la infanteria para que al punto la formasen y se mantuviesen sobre las armas; y él mismo se adelantó con los de á caballo, que eran unos tres mil, esperando sorprender en el paso á los Romanos dispersos y desordenados. Cuando vió muchos escudos sobre el rio, y á la caballería que avanzaba en órden, se rehizo y acometió el primero, haciéndose notar por la brillantez y sobresaliente ornato de las armas, y mostrando en sus hechos un valor que no desdecía de su fama; el que se echó más de ver en que no obstante aventurar su cuerpo en el combate, y defenderse vigorosamente de los que le acometian, no le faltó la presencia de ánimo, ni dejó de estar en todo; sino que como si se conservara sereno fuera de accion, así dirigia la guerra, recorriéndolo todo y dando socorro á los que parecia que aflojaban. En esto un Macedonio llamado Leonato, observando que un Italiano se dirigia contra Pirro, enderezando á él el caballo, y siguiendo siempre sus pasos y movimientos, «¿ves, le dijo, oh Rey, aquel bárbaro que viene en un caballo negro con cabos