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Plutarco.—Las vidas paralelas.

no se le apellidaria abora invicto, sino que con la fuga ó con la muerte habria dado á Roma mayor fama? Estais dando pruebas de que aquello no fué más que una vana jactancia y fanfarronada, temiendo á los Caonios y Molo803, presa siempre de los Macedonios; y temblando de Pirro que nunca ha hecho otra cosa que seguir y obsequiar á uno de los satélites de Alejandro, y en vez de auxiliar alá á los Griegos, por huir de aquellos enemigos, anda errante por la Italia, prometiéndonos el mando de ella con unas fuerzas que no bastaron en sus manos para conservar una pequeña parte de la Macedonia. Ni creais que lo alejareis haciéndole vuestro aliado, sino que ántes provocareis á los que os miraran con desprecio, como fácil conquista de cualquiera, si permitis que Pirro se vaya sin pagar la pena de los insultos que os ha hecho, y ánles lleve premio de que se queden riendo de vosotros los Tarentinos y Samnites.» Dicho esto por Apio, decídense todos por la guerra, y despiden á Cineas, intimándole que salga Pirro de la Italia, y entonces, si lo apetece, podrá tratarse de amistad y alianza; pero que mientras se mantenga con las armas en la mano, le harán los Romanos la guerra á todo trance, áun cuando venciere á diez mil Levinos en campaña. Dícese que Cineas, mientras estaba en la negociacion dando pasos y haciendo solicitudes, se dió á observar el método de vida y á conocer el vigor del gobierno, entrando en conferencias con los principales, de todo lo que dio cuenta á Pirro; y que le añadió que el Senado le habia parecido ua consejo de muchos reyes; y en cuanto á la muchedumbre, temia que iban á pelear con otra hidra Lernea, porque el número de soldados reunidos al Cónsul era ya doble que antes, y éste podia multiplicarse muchas veces con los que todavía quedaban en Roma capaces de llevar las armas.

Despues de esto, enviáronse legados á Pirro á tratar de los cautivos, siendo uno de aquellos Cayo Fabricio, de