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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Rey, a ti no puede estarte bien; porque los mismos que ahora te veneran y sirven, si llegaran á conocerme, querrían más ser por mi que por ti gobernados:» ¡tal era el carácter de Fabricio! Pues Pirro oyó esta respuesta no como tirano, con enojo, sino que dió idea á sus amigos de la elevacion de ánimo de Fabricio, y á él sólo la confió los cautivos, para que si el Senado no decretaba la paz, despues de haber saludado á sus deudos, y celebrado las fiestas saturnales, volviesen otra vez al cautiverio; y volvieron efectivamente despues de la celebridad, habiendo establecido el Senado la pena de muerte contra el que se quedase.

Fué conferido despues el mando á Fabricio, y vino en su busca un hombre al campamento, trayéndole una carta escrita por el médico del Rey, en la que le ofrecia quitar de en medio á Pirro con hierbas, si por el mérito de hacer cesar la guerra sin peligro alguno se le promelia un agradecimiento correspondiente. No pudo Fabricio sufrir semejante maldad, y haciendo entrar en los mismos sentimientos á su colega, escribió sin dilacion una carta á Pirro, previniéndole que se guardara de aquel riesgo. Estaba la carta concebida en estos términos: «Cayo Fabricio y Quin»to Emilio, cónsules de los Romanos, al rey Pirro felici»dad. Parece que no eres muy diestro en juzgar de los ami»gos y de los enemigos. Leida la carta adjunta que se nos »ha remitido, verás que haces la guerra á hombres rectos »y justos, y que te fias de inicuos y malvados. Dámoste peste aviso, no por hacerte favor, sino para que cualquiera »mal suceso tuyo no nos ocasione una calumnia, y parezca »que tratamos de dar fin á la guerra con malas artes, ya que »no podemos con el valor.» Cuando Pirro se halló con esta carta y se entero de las asechanzas, castigó al médico y en agradecimiento envió á Fabricio los cautivos sin rescate, haciendo de nuevo pasar á Cineas á negociar la paz.

Mas los Romanos, desdeñándose de recibir de gracia los