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PIRRO.

si siempre se habia mostrado Invicto y terrible en las armas, entonces en osadía y violencia dejó muy atras los demas combates. Arremetió despues contra Eualco con su caballo, y haciéndose éste á un lado, estuvo en muy poco el que no cortase á Pirro con la espada la mano de las riendas, pero dando el golpe en las riendas mismas, las cortó. Pirro, al mismo tiempo que él daba este golpe, le pasó con la lanza; mas vino al suelo del caballo, y quedando á pić, dió muerte á todos los escogidos que pelcaban al lado de Eualco, babiendo tenido Esparta esta gran pérdida en una guerra que tocaba á su fin, precisamente por el demasiado ardor de sus generales.

Pirro, como si hubiera así cumplido con las exequias del hijo, y peleado un brillante combate fúnebre, dejando desahogado gran parte del dolor en la ira contra los enemigos, continuó su marcha á Argos; y enterado de que Antigono se habia ya establecido sobre las montañas que dominaban la llanura, puso su campo junto á Naplia. Al dia siguiente envió un heraldo á Antígono, llamándole peste, y provocándolo á que bajando á la llanura disputaran allí el reino: mas éste le respondió, que él no sólo era general de las armas, sino tambien de la sazon y oportunidad; y que si Pirro tenia priesa de dejar de vivir, le estaban abiertas muchas puertas para la muerte. A uno y á otro pasaron embajadores de Argos, pidiéndoles que se reconciliaran y dejaran que su ciudad no fuera de ninguno, sino amiga de ambos; y lo que es Antigono vino en ello, entregando su hijo en rehenes á los Argivos; pero Pirro, aunque prometia reconciliarse, como no diese prenda de ello, se hacía por lo tanto más sospechoso. Tuvo éste además una señal terrible: porque habiéndose sacrificado unos bueyes, se vió que las cabezas, despues de separadas de los cuerpos, sacaron la lengua y se relamieron en su propia muerte; y además en la ciudad de Argos la profetisa de Apolo Licio dió á correr, gritando haber visto PIRRO.