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CAYO MARIO.

condujese á nada, cuando nevaba se presentaban desnudos, y por los hielos y los balagueros profundos de nieve trepaban á las cumbres; desde cuya altura, poniendo el cuerpo sobre unos escudos llanos, se deslizaban por entrepeñascos que tenian inmensos vacíos y profundidades.

Como luego que acamparon cerca y examinaron el paso del rio se propusiesen cegarle, y desgarrando los collados de alrededor, como otros gigantes arrastrasen al rio árboles arrancados de cuajo, grandes peñascalos y montes de tierra, con los que cortaban la corriente, y contra los pies derechos en que se sostenia la obra arrojasen pesadas moles, que se amontonaban tambien en el rio, y con el golpe conmovían el puente, poseidos doi miedo los más de los soldados, abandonaron el principal campamento, y se retiraron. Mostróse tal Catulo en esta ocasion cual conviene que sea el perfecto y consumado general, que debe anteponer á su gloria propia la de sus ciudadanos; pues Juego que vió que con la persuasion no podia contener á los soldados, y que éstos, sobrecogidos, se apresuraban á marchar, mandando levantar el águila, se dirigió corriendo á ponerse al frente de los que estaban en marcha para ser el primero que guiase, queriendo que la vergüenza recayese sobre él y no sobre la patria, y que pareciese no que buian los soldados, sino que se retiraban siguiendo á su caudillo. Los bárbaros entonces, acometiendo á la fortaleza del otro lado del rio, la tomaron, y á los Romanos que la defendian, hombres esforzados y que se hicieron admirar por el valor digno de la patria con que pelearon, los dejaron ir libres bajo palabra de honor, jurando por el toro de bronce; el cual, tomado despues en batalla, dicen haber sido llevado á casa de Catulo, como primicia de la victoria. Hallándose con esto el país destituido de toda defensa, le talaban en partidas.

Fué á este tiempo Mario llamado á la ciudad, y pasando á ella, todos creian que triunfaria; lo que el Senado decretó