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Plutarco.—Las vidas paralelas.

más terribles fleras, y encima, á fin de parecer mayores, penachos y plumajes, y con corazas de yerro y con escudos blancos que relumbraban. Sus armas arrojadizas eran dardos de dos puntas, y para de cerca usaban de espadas largas y pesadas.

No acometieron entonces de frente á los Romanos, sino que marcharon inclinándose sobre la derecha de éstos para envolverlos entre ellos mismos, y la parte de su infantería colocada á la izquierda; y aunque los generales Romanos conocieron el Intento, no tuvieron tiempo para contener á los soldados, pues habiendo gritado uno que los enemigos huian, todos se arrojaron á perseguirlos. En tanto la infantería de los bárbaros acometia tambien, como si un piélago inmenso se moviese. Mario entonces, lavándose las manos y alzándolas al cielo, hizo plegarias á los Dioses con el voto de una hecatombe: oro tambien Catulo, levantando igualmente las manos, y ofreciendo consagrar la fortuna de aquel dia. Dícese que sacrificando Mario, como se le pusiesen delante las víctimas, esclamó con una gran voz, diciendo: «Mia es la victoria; y Sila además refiere que al dar la acometida, como por venganza divina, le sucedió á Mario lo contrario de lo que habia ideado; porque habiéndose levantado, como era natural, infinito polvo, que encubrió los ejércitos, como éste hubiese dispuesto de su propia fuerza en el momento que se decidió á perseguir á los enemigos, no encontró en la oscuridad con ellos, sino que se fué lejos de su hueste, andando largo tiempo por la llanura; y en tanto los enemigos dieron casualmente con Catulo, siendo lo más recio del combate contra éste y contra sus soldados, entre los que estaba formado el mismo Sila; quien añade que pelearon en favor de los Romanos el calor y el sol, que daba en los ojos á los Cimbrios.

Porque siendo fuertes para sufrir la intemperie, criados, segun hemos dicho, en lugares tenebrosos y frios, se sofocaban con el calor; y cubiertos de sudor, fuera de aliento