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CAYO MARIO.

contra la ley, y áun algunos se lo objetasen, respondió que con el ruido de las armas no habia podido oir la ley.

Mas lo que parece le acobardaba é intimidaba sobre todo era la griteria en las juntas. Ello es que en las armas llegó á gran poder y dignidad, porque le habian menester; pero en las cosas de gobierno, no teniendo calidades para 80bresalir, se acogió á la gracia y al favor de la muchedumbre, haciendo poca cuenta de ser bueno, como fuese grande. Estaba por tanto mal con todos los principales; pero temia más especialmente á Metelo, con quien habia sido ingrato, porque naturalmente era hombre que tenía declarada guerra á los que contra lo recto y bueno condescendian con la muchedumbre y gobernaban á su placer: asi, espiaba el modo de echarle de la ciudad. Para esto procurá hacer suyos á Glauquias y Saturnino, hombres audacísimos, que tenian á su disposicion toda la gente pobre y revoltosa, y de ellos se valia para publicar leyes. Acrecentó tambien el influjo de la gente de guerra, haciendo que intervinieran en las juntas públicas, y formando con ella partido contra Metelo; y áun segun refiere Rutilio, hombre en lo demas de probidad y de verdad, pero particularmente desafecto á Mario, para alcanzar este. sexto consulado derramó mucho dinero en las curias, comprándolas á precio de él, á fin de que fuera excluido Metalo, y de que se le diera á Valerio Flaco, más bien por dependiente que por colega en el consulado. Y ántes de él á ninguno otro, fuera de Valerio Corvino, decretó el pueblo otros tantos consulados; pero respecto de aquél, desde el primero hasta el último se pasaron treinta y cinco años; y á Mario despues del primero, por los otros cinco le llevó corriendo su extraordinaria fortuna.

Por el último principalmente era ya mal visto, á causa de las malas condescendencias que tenía con Saturnino; de las cuales fué una la muerte de Nonio, á quien la dió Saturnino, porque era su competidor en el tribunado de