la plebe. Despues de creado Tribuno introdujo la ley da division de terrenos, en la que pasó como uno de los ar tículos que el Senado habia de presentarse á jurar, que guardaria lo decretado por el pueblo, y á nada haria con tradiccion. Fingió Mario en el Senado oponerse á esta parte de la ley, diciendo que no juraria, ni creia que jurase quien estuviese en su juicio; porque no siendo la ley per judicial, era una especie de insulto que al Senado se le hi ciese prostarse por fuerza y no por persuasion y propia voluntad. Habló de este modo no porque pensase así, sino por armar á Metelo un lazo del que no pudiese escapar; pues que él por sí, teniendo por virtud y por gracia el contradecirse y el mentir, ningun caso haría de lo que hubiese asegurado en el Senado; pero sabiendo bien que Metelo, hombre entero, tenía á la verdad por el mejor principio de una gran virtud, segun expresion de Pindaro, queria antecogerlo con que se negase á jurar en el Senado, para que cayera despues con el pueblo en una irreconciliable enemistad, como efectivamente sucedió: porque, diciendo Metelo que no juraria, con esto se disolvió el Senado. Mas despues de pocos días, llamando Saturnino á la tribuna á los senadores, y obligándolos á pronunciar ed juramento, pareció Mario; y hecho silencio, fijándose los ojos de todos en él, envió muy noramala todo cuanto varonil y rectamente habia dicho en el Senado, y en vez de ello expresó que no tenía el cuello bastante ancho para ser el primero que se pronunciase en negocio de tanta gravedad: así que juraria y obedeceria á la ley, si acaso era ley: añadiendo esta sábia precaucion para dar algun color á tamaña desvergüenza. Y el pueblo, celebrando mucho que jurase, palmoteó é hizo aclamaciones; pero en los principales causó la mayor indignacion y odio esta inconsecuencia de Mario. Juraron todos despues en seguida por temor del pueblo hasta llegar á Metelo; pero éste, á pesar de que sus amigos le persuadian y rogaban que ju-