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Plutarco.—Las vidas paralelas.

áun todavía pasó más adelante, porque inquietados y sublevados el Senado y los caballeros, intredujo armas en la plaza; y habiéndolos perseguido hasta el Capitolio, los tomó por sed, cortando los acueductos. Diéronse, pues, por vencidos, y le enviaron á llamar, entregándosele bajo la que se llama fe pública; y aunque se desvió por salvarlos, esto no sirvió de nada, porque al bajar á la plaza fueron agesinados. Este suceso le indispuso ya con los poderosos y con el pueblo; por lo que vacando la censura no se atrevió á pedirla á pesar de su grande autoridad, sino que por miedo de la repulsa dió lugar á que otros ménos caracte rizados que él fuesen elegidos: bien que pretextaba que no queria ganarse por enemigos á muchos, teniendo que notar severamente su vida y sus costumbres.

Hizose decreto para restituir á Metelo del destierro; y él de palabra y de obra lo impugnó con vehemencia; pero en vano, teniendo por último que ceder. Sancionóle, pues, el pueblo con muy decidida volantad; y haciéndosele insufrible el presenciar la vuelta de Metelo, se embarcó para la Capadocia y la Galacia, aparentando que era para cumplir á la madre de lus Dioses el voto que le habia hecho, pero teniendo en realidad otra causa para aquel viaje ignorads de los demas; y era que, no habiendo recibido de la nataraleza las dotes de la paz y del gobierno, y debiendo su ensalzamiento á la guerra, come creyese que poco a poco se iban marchitando en el ocio y el reposo su gloria y su poder, se propuso buscar nuevos motivos de desazones y contiendas, porque esperaba que si inquiataba á los reyes, y provocaba y excitaba á la guerra á Mitridates, e), más poderoso y de más fama, al punto se le nombraria general contra él, y tendria ocasion de adornar la cindad con ape vos triunfos, y de llenar su casa con los despojos del Ponto y con las riquezas de su rey. Por esta razon, aunque Mir tridates le trató con los mayores miramientos y el mayor respeto, no por eso se ablandó ni se mostró apacible, sino