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Alcibiades.

T arrojándose boca abajo delante del ganado y tendiéndose á la larga, le gritaba que pasase entónces si queria; de modo que el carretero, temeroso, hubo de hacer cejar, y los que presentes se hallaban, espantados prorumpieron en gritos y corrieron hácia él. Cuando ya se dedicó á las honestas disciplinas, oia con placer á todos los demas maestros; pero á tocar la flauta se resistia, diciendo que era ejercicio feo é impropio de hombres libres, y que el uso del plectro y de la lira en nada alteraba la figura y semblante que anuneian un hombre ingenuo, cuando la cara de un hombre que hinche con su boca las flautas, apénas pueden reconocerla sus mayores amigos; y además, que la lira resuena y acompaña en el canto al que la tañe; mas la flauta cierra la boca, y obstruye la voz y el habla del que la usa. «Tañan, pues, la flauta, decia, los hijos de los Tebanos, pues que no saben conversar; mas nosotros los Atenienses, como dicen nuestros padres, miramos á Minerva como nuestra soberana, y á Apolo como nuestro compatriota; y es bien sabido que aquella tiró la flauta, y que éste hizo desollar al que la tocaba.» Con tales burlas y tales véras se apartó Alcibiades á sí mismo, y apartó á los otros de aquel estudio; porque luego corrió la voz entre los jóvenes de que hacia muy bien Alcibiades en desacreditar aquella habilidad y en burlarse de los que la aprendian: así enteramente fué ridiculizada la flauta y desterrada del número de las ocupaciones ingenuas.

En el libro de invectivas de Antifon se refiere que siendo muchacho abandonó su casa y se fué á la de Demócrates, uno de sus amantes. Queria Arifron hacerle pregonar; pero Pericles no se lo permitió, porque si habia muerto, sólo se ganaria con el pregon que se descubriese un dia antes, y si estaba salvo, era preciso tenerle por perdido para toda la vida. Dícese allí, además, que en la palestra de Siburtio mató á uno de sus criados, sacudiéndole con un palo. Mas no es cosa de dar crédito á tales especies, que él mismo,