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Marcio Cayo Coriolano.

nombradía; dirigiéndose, pues, contra ella el cónsul Cominio, se alarmaron los demas Volscos, y corrieron de todos lados en su auxilio, con la mira de pelear en defensa de la ciudad, y de llamar á dos partes la atencion de los enemigos. Tuvo Cominio que dividir sus fuerzas, y como marchase en persona contra los Volscos que le cargaban en campo abierto, dejando para mantener el cerco á Tito Larcio, varon muy principal entre los Romanos, tuvieron los Coriolanos en poco las fuerzas que quedaban; por lo que, haciendo una salida y trabando combate, al principio lograron ventajas, y persiguieron á los Romanos hasta su campamento. Desde él acudió Marcio con bien poca gente, y arrollando a los que más se le oponian, y haciendo contenerse á los que venian en pos de ellos, llamaba á grandes voces á los Romanos: porque era un soldado tal cual lo deseaba Caton, no sólo por la mano y por el golpe, sino tambien por el tono de la voz y la fiereza del rostro, temible en el encuentro y aterrador del enemigo. Reuniéronsele ya muchos y pusiéronse á su lado, con lo que acobardados los enemigos volvieron la espalda; y él entonces no se dió por contento, sino que los persiguió y atropellć, llevándolos en desórden hasta las puertas. Pueslo ya allt, aunque vió á muchos de los suyos cesar en la persecucion por la copia de dardos que lanzaban de las murallas, no cabiéndole á nadie en la imaginacion el pensamiento de meterse envueltos con los enemigos en una ciudad llena de hombres aguerridos y que estaban sobre las armas; esto no obstante, él insistia y los alentaba, gritando que la fortuna más bien habia abierto la entrada de la ciudad á los perseguidores que a los perseguidos. Siguiéronle muy pocos, con los que se arrojó á las puertas, y se me tió por entre los enemigos, no habiendo por lo pronto quien osase resistirle, ni sostener su impetu. Cuando luego echo dentro de ver cuán en corto número eran los que habian de auxiliarle y combatir á su lado, y mezclados