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Plutarco.—Las vidas paralelas.

confusamente amigos y enemigos, dícese que sostuvo, de acuchillar y herir, de acudir prestamente á todas partes, y de mostrar el ánimo más arrojado, una increible pelea en la ciudad; y que venciendo á cuantos acometia, con ahuyentar á unos á los últimos extremos, y hacer á otros arrojar las armas, dió oportunidad á Larcio para venir con los Romanos que habian quedado á la parte de afuera.

Tomada de esta manera la ciudad, los más se entregaron á la rapiña y al saqueo de las casas: sentíalo Marcio y los reprendia, pareciéndole cosa intolerable que mientras el Cónsul y los ciudadanos que con él se hallaban, quizá venian á las manos y combatian con los enemigos, ellos por codicia los abandonasen, ó bajo la especie de enriquecerse se sustrajesen al peligro. Fueron en corto número los que le dieron oidos; y él, tomando consigo á los que quisieron seguirle, marchó por el camino que entendió habia llevado el ejército, inflamando unas veces á sus soldados y exhortándolos á no abatirse, y haciendo otras veces plegarias á los Dioses para que no le privasen de la gloria de hallarse en la batalla, y ántes le concediesen llegar en la oportunidad de combatir y partir los riesgos con sus conciudadanos. Tenian entonces la costumbre los Romanos, al formarse para entrar en accion, de embrazar los escudos, ceñirse la toga, y hacer testamentos no escritos, nombrando ante tres ó cuatro camaradas su heredero; y cuando en esta disposicion se hallaban los soldados, teniendo ya á la vista los enemigos, entonces es cuando Marcio sobrevino. Y lo que es al principio dió que temer á algunos, presentándose con unos pocos cubiertos de sangre y de sudor; pero despues que prestamente y con semblante alegre se fué hácia el Cónsul alargándole la diestra, y le dié cuenta de cómo habia tomado la ciudad, Cominio le echó los brazos, y le saludó con ósculo; y de los demas, á los que se enleraron del suceso les inspiró confianza, y aliento á los que solo lo conjeturaron; por lo que gritaron todos