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Marcio Cayo Coriolano.

que se les llevara á los enemigos y se trabara la batalla.

Preguntó entonces Marcio á Cominto con qué órden estaban dispuestas las diferentes armas de los enemigos, y dónde babian colocado las tropas escogidas. Dijole éste que en su entender ocupaban el centro los tercios de los de Ancio, gente muy aguerrida y que á nadie cedia en valor. «Ruégote, pues, le contestó Marcio, y encarecidamente te suplico, que nos coloques en contraposicion á esos;» y el Cónsul se lo concedió admirado de semejante decision.

Apénas comenzaron á herirse con las lanzas, se adelantó contra los enemigos Marcio, y los Volscos que estaban á su frente no pudieron resistirle, sino que la falange, por la parte por donde él acometió, fué al punto rota. Mas como entonces los de uno y otro costado hiciesen una conversion y dejasen á Marcio cerrado entre sus armas, lleno de cuidado el Cónsul mandó á los más esforzados en su auxilio; y trabada en rededor de Marcio una recia pelea, en la que en breve fueron muchos los muertos, cargando aquellos con impetu y fuerza rechazaron á los enemigos, en cuya persecucion se pusieron luego, rogando á Marcio, al que veian rendido de cansancio y de heridas, que se retirase al campamento; pero respondiéndoles que nunca se cansa el que vence, cargó tambien sobre los fugitivos.

Todo lo restante del ejército fué igualmente deshechu, siendo grande así el número de muertos como el de prisioneros.

Al dia siguiente, habiéndose presentado Marcio y concurrido gran muchedumbre ante el Cónsul, subió ésle á la tribuna; y hecha de los Dioses la debida conmemoracion por tamañas prosperidades, volvió ya á Marcio su discurso.

Hizo de él en primer lugar un magnífico elogio, habiendo sido espectador de muchas de sus acciones en la batalla, y habiéndose informado del mismo Marcio en cuanto a las demas; y luego habiendo sido muy grande la presa en riqueza, en caballos y en hombres, le dió órden de que to-