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Marcio Cayo Coriolano.

Romanos si daban ocasion á ello, confirmó la sentencia del que dijo:

Repugnar á la ira es arduo empeñio:

Cómprase con la vida lo que anhela.

Porque tomando un vestido y traje en el que, aunque le vieran, uo pudiera ser conocido, á la manera de Ulises En la ciudad se entró de hombres contrarios.

Era la hora de anochecer, y aunque tropezó con muchos, no fué conocido de nadie. Dirigióse, pues, á la casa de Talo, y entrándose repentinamente al hogar, se sentó sin hablar palabra; y cubriéndose la cabeza se estuvo quedo.

Admiráronse los que allí se hallaban; pero ninguno se atrevió á oponérsele, porque había cierta dignidad en su continente y en su silencio; lo que si hicieron fué referir á Tulo, que estaba cenando, lo extraordinario de aquel caso; y éste, levantándose de la mesa, se vino para él, y le preguntó quién era, y cuál el objeto de su venida. Entonces Marcio, descubriéndose y parándose un poco, «si áun no me conoces, oh Tulo, dijo, sino que con estar viéndome todavía dudas, será preciso que yo me haga acusador de mf mismo. Soy Cayp Marcio, que he causado á los Volscos muchos daños, y llevo un nombre que no me permitiria negarlo, llamándome Coriolano; pues de todos mis trabajos y peligros no poseo otro premio que este ilustre nombre, distintivo de ini enemistad contra vosotros; y esto es lo único que no se me ha quitado: de todos los demas bienes, por envidia é insolencia de la plebe, y por flojedad y abandono de los que están en los altos puestos, que son mis iguales, de una vez me he visto despojado. Me han echado á un destierro, y me he acogido á tu hogar como suplicante, no de mi inmunidad y seguridad, porque já qué