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Plutarco.—Las vidas paralelas.

el aldeano de madrugada á la plaza, y añadió á la postura un talento. Volviéronse á mirarle los asentistas, é indignados con él le mandaron que diese fiador, dando por supuesto que no le encontraria; y efectivamente, él se quedó cortado, é iba á retirarse; pero Albiciades, que se hallaba á alguna distancia, gritó á los magistrados: «Escribase mi nombre, porque es mi amigo y yo le flo.» Al oir esto los asentistas no sabian qué partido tomar, estando acostumbrados á pagar los primeros asientos con los productos de los segundos: así ninguna salida le veian á aquel negocio.

Trataron, pues, con el aldeano de que se apartara, ofreciéndole dinero, mas Albiciades no le dejó que se contentara con menos de un talento. Diéronsele aquellos, y él le mandó que lo tomara y se volviera á su casa: dejándole socorrido por este medio.

Este amor de Sócrates tenía muchos que le hicieran oposicion; mas lograba, sin embargo, dominar á Alcibiades por este buen natural; fijándose en su ánimo los discursos de aquél, convirtiendo su ccrazon, y arrancándole lágrimas: aunque habia ocasiones en que cediendo á los aduladores que le lisonjeaban con placeres, se le destizaba á Sócrates, y como fugitivo tenía que cazarle; pues sólo respecto de él se avergonzaba, y á él sólo le tenía algun temor, no dándosele nada de los demas. Decia, pues, Cleantes que este tal amado era por los oidos por donde de Sócrates habia de ser cogido; cuando á los otros amadores les presentaba muchos asideros, á que aquél no podia echar mano: queriendo indicar el vientre, la lascivia y la gula, porque realmente Alcibiades era muy inclinado á los deleites; dando de esto bastante indicio el que Tucidides llama desconcierto suyo en el régimen ordinario de la vida. Mas los que trataban de pervertirle, de lo que principalmente se valieron fué de su ambicion y de su orgullo, para hacerle ántes de tiempo tomar parte en los negocios públicos, persuadiéndole que lo mismo sería entrar en