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Plutarco.—Las vidas paralelas.

recibido en el escudo otros ciento y treinta saetazos, llamó á los enemigos como para rendirse; y acercándosele dos, al uno le partió un hombro con la espada, é hiriendo en la cara al otro, lo rechazó, y él se salvó protegiéndole los suyos. En Bretaña cargaron los enemigos sobre los primeros de la fila, que se habian metido en un sitio cenagoso y lleno de agua, y un soldado de César, estando éste mirando el combate, penetró por medio, y ejecutando muchas y prodigiosas hazañas de valor, salvó á aquellos caudillos, haciendo huir á los bárbaros, y pasando con dificultad por medio de todos, se arrojó á un arroyo pantanoso, del que trabajosamente, ya nadando y ya andando, pudo salir á la orilla, aunque sin escudo. Admiróse César, y con gran placer y regocijo salió á recibirle; pero él muy apesadumbrado y lloroso se echó á sus piés, pidiéndole perdon por haber perdido el escudo. En Africa se apoderó Escipion de una nave de César, en la que navegaba Granio Patronio, nombrado cuestor, y habiendo tenido por presa á todos los demas, dijo que al cuestor to dejaba ir salvo; pero éste contestando que los soldados de César estaban acostumbrados á dar la salud, no á recibirla, se dió la muerte pasándose con la espada.

Este denuedo y esta emulacion los habia fomentado y encendido el mismo César; en primer lugar, con no poner límites á las recompensas y los honores, haciendo ver que no allegaba riqueza con las guerras para su propio lujo ó sus placeres, sino que ponia y guardaba en depósito los que eran comunes premios del valor, y que no estimaba el ser rico sino en cuanto podia remunerar á los soldados que lo merecian; y en segundo lugar, con exponerse voluntariamente á todo peligro, y no rehusar ninguna fatiga. El que fuese arriscado y despreciador de los peligros no era extraño en su ambicion; pero su sufrimiento y tolerancia en las fatigas, pareciendo que era superior á sus fuerzas lisicas, no dejó de causar admiracion: porque con ser de