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ALEJANDRO.

huéspedes de los Macedonios, á los descendientes de Pindaro y á los que se habian opuesto á los que decretaron la sublevacion: á todos los demas los puso en venta, que fueron como unos treinta mil hombres, siendo más de seis mit los que murieron en el combate.

En medio de los muchos y terribles males que afligieron á aquella desgraciada ciudad, algunos Tracios quebrantaron la casa de Timoclea, mujer principal y de admirable conducta; y mientras los demas saqueaban los bienes, el comandante, despues de haber insultado y hecho violencia á la ama, le preguntó si habia ocultado plata ú oro en alguna parte. Confesóle que sí, y llevándole sólo al huerto, le mostró el pozo, diciendo que al tomarse la ciudad habia arrojado allí lo más precioso de su caudal. Acercóse el Tracio, y cuando se puso á reconocer el pozo, habiéndosele aquella puesto detras, le arrojó; y echándole encima muchas piedras, acabó con él. Lleváronla los Tracios atada ante Alejandro; y desde luego que se presentó pareció una persona respetable y animosa, pues seguía á los que la conducian sin dar la menor muestra de lemor ó sobresalto.

Despues, preguntándola el Rey quién era, respondió ser hermana de Teagenes, el que había peleado contra Filipo por la libertad de los Griegos, y habia muerto de general en la batalla de Queronea. Admirado, pues, Alejandro de su respuesta y de lo que habia ejecutado, la dejó en libertad á ella y á sus hijos.

A los Atenienses los admitió á reconciliacion, áun en medio de haber hecho grandes demostraciones de sentimiento por el infortunio de Tebas: pues teniendo entre manos la fiesta de los Misterios, la dejaron por aquel duelo, y á los que se refugiaron á Atenas les prestaron Lodos los oficios de humanidad; mas con todo, bien fuese por haber saciado ya su cólera como los leones, ó bien porque quisiese oponer un acto de clemencia á otro de suma crueldad y aspereza, no sólo los indultó de todo cargo, sino que los TOMO IV.

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