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CATON EL MENOR.

muchas veces descalzo y sin ropilla, y juzgar de esta manera las causas capitales de varones esclarecidos; y áun algunos dicen que despues de la comida, y de haber bebido en ella, despachaba y daba audiencia; pero esto no es cierto. Corrompido el pueblo con los sobornos por aquellos que codiciaban las magistraturas, en términos que muchos miraban el recibir dádivas como un ejercicio usual, quiso cortar esta enfermedad de la república, y para ello persuadió al Senado que se diera un decreto en el que se previniese que los nombrados á las magistraturas, aunque nadie los acusase, ellos mismos se presentaran en el tribunal á responder bajo juramento de la pureza de su eleccion. Produjo este establecimiento gran desazon en los que pretendian las magistraturas, y mayor todavía en la multitud corrompida y comprada: así, luego que por la mañana se presentó Caton en el tribunal acudieron en gran número, y empezaron á gritar, á decirle improperios y á tirarle piedras, de manera que huyeron todos del tribunal, y él mismo, atropellado y arrastrado por la muchedumbre, con dificultad pudo ocupar la tribuna. Allí puesto en pié, con lo fiero y terrible de su aspecto, calmó inmediatamerate et tumulto y apaciguó la gritería; y habiendo dicho lo que al caso cuadraba, se le ayó en silencio y del todo se desvaneció el alborota. Como el Senado con este motivo le alabase, «pues yo, respondió, no os alabo á vosotros, que estando en peligro el pretor lo habeis abandonado, y no lo habeis defendido.» En esto la situacion de cada uno de los que pedian las magistraturas era sumamente perpleja y dudosa; temiendo sobornar y temiendo no fuera que por ejecutarlo los otros no saliera con su pretension. Juntáronse, pues, y les pareció lo mejor que depositando cada uno ciento veinticinco mil dracmas pidieran todos la magistratura por los medios honestos y justos; y aquel que delinquiera y usara de soborno per diera su dinero. Convenidos en esto, nombran depositario,