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CATON EL MENOR.

este mal no se hiciese irremediable, juzgó conveniente que en aquella extrema necesidad se pusiese la república por voluntario favor del Senado en manos de Pompeyo, y que ueando entre los remedios ilegales del más suave para curar el mayor de los trastornos, se recurriera al mando de uno solo, antes que estarse esperando á que la sedicion terminase en tiranía. Manifestando, pues, Bíbulo, que era deudo de Caton, su dictámen en el Senado, dijo que convenía elegir por unico cónsul á Pompeyo: porque ó la república se mantendria, estando él al frente, ó á lo menos servirian al que parecia más digno. Levantóse en seguida Caton, y cuando nadie lo esperaba elogió este pensamiento, y fué su parecer que cualquiera gobierno era preferible á la anarquía, y que esperaba que Pompeyo gobernaria rectamente y conservaría la república que se acogia á su virtud.

Nombrado cónsul de este modo Pompeyo, rogó á Caton que pasara á verle á los arrabales; y habiéndolo éste ejeeulado así, le recibió con el mayor agasajo, alargándole la diestra y abrazándole. Mostrósele despues agradecido, y le pidió que fuera su consejero y asesor en el desempeño del cargo; pero Caton le respondió que ni lo pasado lo habia dicho por agraviarlo, ni lo presente por hacerle obsequio, sino todo en bien y servicio de la república; y que en particular le daria consejo cuando lo llamase, pero en público no aguardaria á ser llamado ó rogado, sino que francamente diría lo que entendiese; y lo cumplió como lo dijo.

Porque en primer lugar, estableciendo Pompeyo nuevas multas y graves penas contra los que habian sobornado al pueblo, le advirtió que no debia volverse sobre lo pasado, sino precaverse lo futuro; pues por una parte no sería fácil fijar el término donde habia de pararse la averiguacion de los anteriores yerros; y por otra, si se imponian nuevas penas á los crimenes pasados, sería cosa muy dura que los reos fuesen castigados segun una ley que no haTOMO IV.

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