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Plutarco.—Las vidas paralelas.

bian traspasado ó violado. Ocurrió, en segundo lugar, que habiendo de ser juzgados muchos varones ilustres, algunos de ellos amigos ó deudos de Pompeyo, como viese á éste que en muchas cosas cedia y se doblaba, le reprendió y corrigió con vehemencia. Mas prohibió el mismo Pompeyo por una ley los elogios que por costumbre se hacian de los procesados; y habiendo escrito Planco el elogio de Munacio, lo dió para leerlo durante el juicio; y Caton, poniéndose, las manos en los oidos, porque se hallaba de juez, se opuso á que se leyera. Planco lo rebusó, y excluyó del número de sus jueces despues de pronunciados los informes; mas sin embargo fué condenado. En general, para los reos era Caton un objeto de gran duda y perplejidad; porque ni querian tenerle por juez, ni se atrevian á recusarlo: pues no pocos fueron condenados porque se creyó que el huir de Caton nacia de que no confiaban en su propia justicia; y á algunos les echaban en cara sus enemigos, como un gran baldon, el no haber querido tener por juez á Caton cuando le habia tocado.

César, aunque muy embebido en la guerra de la Galia, y muy entregado á las armas, no dejaba de adelantar en su intento de ganar poder en la ciudad por medio de presentes, de sobornos con dinero, y de los manejos de sus amigos, acerca de lo cual ya las amonestaciones de Caton habian hecho volver á Pompeyo de la incredulidad que ántes le hacía tener este peligro por un sueño; pero como sin embargo estuviese todavía lleno de pereza é irresolucion, para contrarestarle y contenerle se movió Caton á pedir el Consulado, porque o le quitaría las armas á César, ó pondria de manifiesto sus asechanzas. Sus competidores ambos tenian favor: Sulpicio, uno de ellos, debia en gran parte sus aumentos en la república á la gloria y al poder de Caton: así creia que en esta ocasion faltaba á la honradez y al agradecimiento; pero Calon no se daba por ofendido; porque ¿qué hay que maravillar, decia, el que