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CATON EL MENOR.

ría más fiel; mas si vencia, no le permitiria sacar de la victoria el partido que deseaba, como hemos dicho. Otros muchos varones principales se habian retirado tambien á Dirraquio con Caton; y cuando sucedió la terrible derrota de Farsalia, esta fué la resolucion que le pareció debia tomar: si Pompeyo era muerto, trasportar á Italia á los que tenía á su cuidado, y él retirarse á vivir en destierro, lo más lejos que pudiera de la tiranía; y si Pompeyo era salvo, guardar para él aquellas fuerzas. Pasando con esta intencion á Corfú, donde estaba la armada, cedió el mando á Ciceron, que habia gozado de la autoridad consular, no habiendo él sido más que pretor; pero como Ciceron no lo admitiese y diese la vela para Italia, viendo á Pompeyo el Menor decidido á castigar con un arrojo y una osadía muy fuera de sazon á los que los abandonaban, y que el primero en quien iba á poner las manos era Ciceron, lo amonestó en secreto, y logró templarle; con lo que á Ciceron seguramente lo liberto de la muerte, y á los demas les proporcionó seguridad.

Conjeturando que Pompeyo Magno habria ido á parar al Egipto ó al Africa, dió la vela para unirsele cuanto antes, llevando consigo á todos los que tenía á sus órdenes; pero ántes les habia manifestado tener permiso para retirarse los que no le acompañasen de buena voluntad. Llegado al Africa y costeando por aquel mar, se encontró á Sexto, el hijo menor de Pompeyo, quien le anunció la muerte de su padre en el Egipto. Manifestaron, pues, todos el mayor sentimiento, y despues de Pompeyo ninguno queria ni siquiera oir hablar de otro general que Caton, hallándose éste presente; y por lo mismo Caton, lleno de rubor y compasion hácia unos hombres de probidad que tantas muestras le habian dado de su confianza, no quiso dejarlos 80los ni abandonados en país extraño; y encargándose del mando, pasó á Cirene, donde fué admitido, sin embargo de que pocos dias antes habian excluido de sus puertas á La-