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Plutarco.—Las vidas paralelas.

con las manos, y despedazándose las entrañas, falleció.

En menos de lo que pudiera necesitarse para que se hubiera difundido la novedad por toda la casa, estaban ya á la puerta los trescientos, y de allí á poco habia acudido en tropel el pueblo de Utica, llamándole á una voz su bienhechor y salvador, y el único hombre libre é invicto, y esto lo hacian cuando se les daba aviso de que ya César estaba á las puertas; pero ni el miedo, ni la adulacion al vencedor, ni sus mismas divisiones y discordias los hicieron más contenidos en tributar todo honor á Caton. Adornando, pues el cadáver con el mayor esmero, y disponiéndole unas magníficas exequias, le enterraron en la ribera del mar, en el sitio en que hay ahora una estatua suya con espada en mano; y hasta haberlo ejecutado no pensaron en los medios de salvarse y salvar la ciudad.

César, cuando supo por los que llegaban de Utica que Caton se mantenia allí sin pensar en huir, y que despachando a los demas, él y su hijo y sus amigos atendian å todo sin mostrar el menor recelo, no sabía qué pensar de aquella conducta; y como hiciese de él la mayor cuenta, siguió con el ejército apresurando la marcha; pero luego que oyó su muerte se dice que exclamó: Oh Caton, te envidio la gloria de tu muerte, ya que tú no me has querido dejar la de salvarte!» Porque en realidad el que Caton, habiendo esperado, hubiera debido la vida á César, más que en desdoro de su nombre, habia de ceder en honor y gloria de éste. Lo que habria sido no se sabe; aunque las conjeturas están en favor de César.

Murió Caton á los cuarenta y ocho años de edad; y su hijo ninguna ofensa recibió de César. Dicese de él que fué desidioso, y en punto á mujeres no del todo irreprensible:

asf, en Capadocia, siendo su huésped Marfadates, que era de la familia real, y tenía una mujer muy bien parecida, como se detuviese más tiempo del que convenia, se le zahirió diciéndose contra él: