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ALEJANDRO.

ó bien porque, como dice Calistenes, le causase disgusto y envidia el alto grado de violencia y entonamiento á que habia llegado el poder de Alejandro; el cual, aunque se incomodó con aquella llamada, no manifestó lo cierto á los soldados, sino que como si se contuviera de la matanza por ser ya de noche, hizo la señal de retirada; y marchando adonde se decia que habia riesgo, recibió aviso en el camino de que enteramente habian sido vencidos y buian los enemigos.

Habiendo tenido este éxito aquella batalla, parecia estar del todo destruido el imperio de los Persas; y aclamado Alejandro rey del Asia, sacrificó espléndidamente á los dioses; y á sus amigos les repartió haciendas, casas y gobiernos. Escribió además con cierta ambicion á los Griegos, que se destruyeran todas las tiranías, y se gobernara cada pueblo por sus propias leyes; y en particular dió órden á los Plateenses para que restablecieran su ciudad, pues que sus padres habian dado territorio á los Griegos en el que peleasen por la libertad comun. Envió asimismo á los de Crotona en Italia parte de los despojos, para honrar con ellos la buena voluntad y la virtud del atleta Faulo, que en la guerra Pérsica, cuando todos los demas de Italia daban por perdidos á los Griegos, marchó á Salamina con una nave armada que tenía propia para tomar parte en aquellos peligros. ¡Tan inclinado era á toda virtud, y hasta tal punto conservaba la memoria de las acciones loables, y las miraba como hechas en su bien!

Recorriendo la provincia de Babilonia, que ya toda le estaba sujeta, lo que más le maravilló fué la sima que hay en Ecbatana de fuego perenne, como si fuera una fuente, y el raudal de nafta que viene á formar un estanque no léjos de la sima. Parécese la nafta en las más de sus calidades al betun, y tiene tal atraccion con el fuego que antes de tocarle la llama, con la más mínima parte que le llegue del resplandor, inflama muchas veces el aire contiguo.