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ALEJANDRO.

iniserable de mí, dijo, no he aprendido yo á nadar y teniendo ya el escudo embrazado se disponia á pasar. Detuvo la accion, por venir á él con ruegos embajadores de Ja ciudad sitiada; los cuales ya desde luego se maravillaron, viéndole sobre las armas sin ningun acompañamiento.

Trajéronle despues un almohadon, y tomándole, mandó que se sentara en él el más anciano de aquellos, que se llamaba Acufis. Admirado más éste todavía con tales muestras de benignidad y humanidad, le preguntó qué harian para que los tuviese por amigos y como respondiese que lo primero nombrarle á él mismo por caudillo y príncipe de todos, y lo segundo enviarle en rehenes ciento de los mejores, echándose á reir Acufis: «mucho mejor mandaré, le repuso, enviándote los más malos que los mejores.»» Dícese de Taxiles que posera en la India una porcion no menor que el Egipto en extension, y abundante y fértil como la que más; y que siendo hombre de gran seso, 82ludó á Alejandro y le dijo: «¿Qué necesidad tenemos, oh Alejandro, de guerras ni de batallas entre nosotros, si no vienes á quitarnos ni el agua ni el alimento necesario, que son las únicas cosas por las que á los hombres les es forzoso pelear? Por lo que hace á los demas que se llaman bienes y riquezas, si soy mejor que tú, estoy pronto á hacerte bien, y si valgo ménos, no rehuso mostrarme agradecido, recibiéndole de ti.» Complacido Alejandro y alargándole la diestra: «Pues qué, piensas, le dijo, que con tales expresiones y tal bondad nuestro encuentro ha de ser sin contienda? Ten entendido que nada adelantas: porque yo contenderé y pelearé contigo á fuerza de beneficios, á fin de que no parezcas mejor que yo.» Recibiendo, pues, muchos dones y dando muchos más, por fin le hizo et presente de mil talentos en dinero; con lo que disgustó en gran manera á los amigos; pero hizo que muchos de los bárbaros se le mostraran ménos desafectos. Los más belicosos entre los de la India pasaban por soldada á defender