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Plutarco.—Las vidas paralelas.

consigo, tuvo el arrojo de dejarse caer en medio de los enemigos, quedando por fortuna de pié; y habiendo recibido gran sacudimiento las armas, les pareció á los bárbaros que un resplandor y apariencia extraordinaria discurria por delante de él. Asi, al principio huyeron y se dispersaron; pero al verte con solo dos escuderos, corrieron de nuevo á él, y algunos, aunque se defendia, le herian de cerca con espadas y lanzas; y uno que estaba algo más lejos le disparó del arco una saeta con tal fuerza y rapidez, que pasando la coraza, se le clavó en las costillas junto a la tetilla. Cedió el cuerpo al golpe, y áun se trastornó algun tanto, y el tirador acudió al punto sacando el alfanje que usan los bárbaros; pero Peucestas y Limneo se pusieron delante; y siendo heridos ambos, éste murió; pero Peucestas se sostuvo, y Alejandro dió muerte al bárbaro. Habia recibido muchos golpes, y herido por fin con un mazo junto al cuello, tuvo que apoyarse en la muralla, quedándose mirando á los enemigos. Acudieron en esto los Macedonios, y recogiéndole ya sin sentido, le llevaron á su tienda; y al principio en el ejército corrió la voz de que habia muerto. Sacáronle, no sin gran dificultad y trabajo, el cabo de la saeta, que era de madera; con lo que pudo desatarse, aunque tambien á mucha costa, la coraza, descubriendo así la herida, y hallando que la punta habia quedado clavada en uno de los huesos, la cual se dice tenía tres dedos de ancho y cuatro de largo. Al sacársela Luvo desmayos, en los que creyeron se quedara; pero luego se restableció. Aunque habia salido del peligro, quedó lodavía muy débil, y tuvo que pasar bastante tiempo guardando dieta y medicinándose; mas habiendo un dia sentido á la parle de fuera á los Macedonios alborotados é inquietos por el deseo de verle, poniéndose una ropa salió adonde estaban. Sacrificó despues á los dioses, y volviendo á embarcarse y dar la vela, sujetó nuevas regiones y muchas ciudades.