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Plutarco.—Las vidas paralelas.

lia le dejó, se echase á andar por la casa, que era grande, resguardándose de la luz, dió con él una criada de Aurelia, que le provocaba á juguetear, como que le tenía por otra mujer; y al ver que se negaba, echándole mano, le preguntó quién y de donde era: respondió Clodio que estaba esperando á Abra, criada de Pompeya, que así se llamaba aquella; pero como fuese descubierto por la voz, esta otra criada corrió dando voces á traer luz, y adonde estaba la reunion, gritando que habia visto un hombre.

Sobresaltáronse todas las mujeres; y Aurelia, suspendiendo y reservando las orgías de la Diosa, hizo cerrar las puertas de la casa, y se puso á recorrerla toda por sí con luces en busca de Clodio. Encontrósele en el cuarto de la criada, en el que se habia entrado huyendo; y descubierto así por las mujeres, se le puso la puerta afuera. Este suceso, yéndose en aquella misma noche las otras mujeres á sus casas, lo participaron á sus maridos, y al otro dia corrió por toda la ciudad la voz de que Clodio habia cometido un gran sacrilegio, y era deudor de la pena, no sólo á los ofendidos, sino á la república y á los Dioses. Acusóle, pues, de impiedad uno de los tribunos de la plebe, y se mostraron indignados contra él los más autorizados del Senado, dando testimonio de otros hechos feos, y de incesto con au hermana casada con Lúculo; pero haciendo frente el pueblo á estos esfuerzos, se puso á defender á Clodio, á quien fué de grande utilidad cerca de unos jueces aterrados é intimidados por la muchedumbre. En cuanto á César, al punto repudió á Pompeya; pero llamado á ser testigo en la causa, dijo que nada sabía de lo que se imputaba á Clodio. Como sorprendido el acusador con una declaracion tan extraña le preguntase por qué habia repudiado á su mujer «porque quiero, dijo, que de mi mujer ni siquiera se teoga sospecha.» Unos dicen que César dió esta respuesta porque realmente pensaba de aquel modo; y otros que quiso en ella congraciarse con el pueblo, al que veia