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PLUTARCO.—LAS VIDAS PARALELAS.

que no con todos los demas que quieran obligarme á seguir un dictámen contrario al luyo.» Con esta resolucion partió Paulo para la guerra.

Terencie hizo empeño en que aiternaran por dias en el mando, y estando acampados á la vista de Anfbal junlo al Aufido y las que se llamaban Canas, al mismo amanecer puso la señal de batalla, que era un paño de púrpura tendido encima de la tienda del general. Sorprendiéronse al principio los Cartagineses, viendo aquel arrojo del cónsut y la muchedumbre de los enemigos, cuando ellos no eran ni siquiera la mitad. Anfbal mandó á las tropas tomar las armas, y montando á cabaillo, se puso cor unos cuantos sobre una ligera eminencia á hacerse cargo de los enemigos que ya eslaban formados. Dijole entónces uno de los que con él estaban, hombre de igual autoridad con él, llamado Giscon: «;qué maravillosa es esta multitud de enemigos!n Y Anibal, arrugando la frente: apues otra cosa más maravillosa te se ha pasado,» le contestó. Preguntóle Giscon cuál era; y él respondió, que con ser tantos, ninguno de ellos se llamaba Giscon. Dicho así este chiste, cuando ménos podia esperarse, les causó á todos mucha risa; y como bajando del otero lo fuesen refiriendo á los que encontraban al paso, les hacia á todos reir de tan buena gana, que nunca podian contenerse los que estaban al lado de Anfbal. A los Cartagineses que lo veian, les inspiraba esto gran eonfianza, considerando que tanta risa, y estar lan de chanza el general en aquellos momentos, no podria nacer sino de mucha seguridad y menosprecio del peligro.

En la batalla usó de dos estratagemas: el primero fué procurar tener el viento por la espalda: era á la sazon parecido á un torbellino de fuego, y levantando de aquellas lHanuras, bastante bajas y descubiertas, gran cantidad de polvo, pasándolo por encima de los Cartagineses lo impelia hácia los Romanos, y se lo arrojaba en la cara, haciéndoles volverla y perder el órden. El segundo consistió en