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DION.

tóteles su diálogo del alma, y Timonides de Leucade. Habian traido asimismo á su partido á Miltas Tesaliano, varon dado á la adivinacion, y uno de los concurrentes á la Academia. De los que habían sido desterrados por el tirano, que no bajaban de mil, solos veinticinco se alistaron en el ejército, separándose de la expedicion por miedo los demas. Era el punto de reunion la isla de Zazinto, adonde acudieron los soldados, que no llegaron á ochocientos; pero todos hombres acreditados en muchos y grandes combates, y por tanto muy ejercitados y aguerridos: así, en pericia y valor eran muy aventajados, y los más propios para inflamar y llenar de ardimiento al gran número de hombres decididos que esperaba Dion tener en la Sicilia.

Con todo, cuando éstos oyeron por la primera vez que aquel ejército se formaba contra Dionísio y la Sieilia, se quedaron aturdidos, y decayeron de ánimo, pareciéndoles que sólo cegado y enfurecido con la ira, ó desesperado de poder reunir mayores medios, se arrojaba Dion á un hecho temerario; y á sus jefes y enganchadores los reconvinieron con enfado por no haberles anunciado desde luego la guerra á que eran destinados. Mas despues que Dion le hizo ver lo deleznable y podrido de la tiranía, y los enteró de que más bien que como soldados los llevaba como caudillos de los muchos Siracusanos y Sicilianos que hacía tiempo se hallaban dispuestos á abrazar su partido; y despues que en seguida de Dion les habló Alquimenes, que siendo entre los Aqueos el primero en gloria y linaje, habia concurrido á la expedicion, se tranquilizaron y volvieron á su primera confianza. Era esto en medio del verano, reinando los vientos etesias en el mar, y la luna se hallaba en el plenilunio. Dispuso, pues, Dion un magnifico sacrificio á Apolo, acompañándole en gran pompa los soldados al templo con las armas empavesadas, y despues del sacrificio teniendo mesas preparadas, les dió en el circo de los Zazintios un espléndido banquete, en el que maravi-