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DION.

Luego que Dion entró por la puerta Menitide, sosegado el alboroto, hizo publicar á són de trompetas que Dion y Megacles, habiendo venido á destruir la tiranta, libertaban de la sevidumbre del tirano á los de Siracusa y á los demas Sicilianos; y como quisiese hablar á los ciudadanos por si mismo, subió por la Acradina, teniendo puestas los Siracusanos á uno y otro lado de la calle víctimas, mesas y tazas; y por doquiera que pasaba arrojaban sobre él flores y frutas, dirigiéndole plegarias como á un Dios. Habia debajo de la ciudadela y de la Pentapila un reloj de sol, dispuesto por Dionisio, elevado y en parte que se descubria desde lejos. Subió á él, y arengó al pueblo, exhortando á los ciudadanos á recobrar la libertad. Estos con muestras de gratitud y aprecio los nombraron á ambos generales con absoluto poder, y á su voluntad y ruego eligieron otros veinte magistrados que los acon ran en el mando; de los cuales la mitad eran de los que habian vuelto con Dion del destierro. Parecióles á los adivinos otra vez que el haber tomado Dion bajo sus piés para arengar aquello en que tenía puesta su vanidad Dionisio, y habia sido por él consagrado, era una señal muy plausible; pero por cuanto era un reloj en el que estaba subido cuando se le nombró general, temían no fuera que su suerte tuviese una repentina mudanza. En seguida, tomando las Epipolas, puso á los ciudadanos presos en libertad, y formó trincheras delante de la ciudadela. Al dia sétimo llegó á ésta Dionisio, y á Dion le trajeron en unos carros las prevenciones que habia dejado confiadas á Sunalo. Distribuyólas entre los ciudadanos; y de los demas, cada uno se aliñó y preparó lo mejor que pudo, procurando mostrarse valientes soldados.

Dionisio envió desde luego privadamente mensajeros á Dion para descubrir terreno; pero diciéndoles éste que babiaran en comun á los Siracusanos, como hombres libresque eran, se hicieron por los mensajeros proposiciones muy humanas de parte del tirano, prometiéndoles mode-