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Plutarco.—Las vidas paralelas.

rar los tributos, y no ser compelidos á otras guerras que las que con él decretasen; de lo que los Siracusanos se burlaron. Mas Dion respondió á los mensajeros que excuBara Dionisio conferencias con aquéllos miéntras no se desistiese de la autoridad; pero que desistiéndose le ayudaria en cuanto pudiera necesitar, y en cualquiera otra cosa justa que pudiese, acordándose del deudo que entre los dos habia. Aplaudióselo Dionisio, y otra vez le envió mensajeros proponiendo que pasaran á la ciudadela algunos de los Siracusanos, y que cediendo éstos en unas cosas, y él mismo en otras, tratarian de lo que pudiese ser útil a la ciudad. Fuerónle, pues, enviados aquellos ciudadanos que merecieron la confianza de Dion, y comenna hablarse mucho entre los Siracusanos de que Dionisio iba a abdicar la tiranía, más por su propia voluntad que por condescender con Dion: siendo todo esto dolo y Geoion del tirano, y un lazo que á los Siracusanos armaba; porque a los que pasaron á hablarle los puso en un encierro, é hinchiendo de vino muy por la mañana á los soldados que tenía á sueldo, los envió á carrera contra la muralla de circunvalacion de los Siracusanos. Hecha así esta inoursion imprevista por los bárbaros, con empeño de tomar á fuerza de arrojo y precipitacion la muralla, á su primera acometida ninguno de los Siracusanos tuvo resolucion para aguardar y defenderse, á excepcion únicamente de los estipendiarios de Dion; los cuales apénas sintieron ◆l alboroto acudieron á dar auxilio; pero ni áun estos po dian pensar en el modo de darle, no oyendo nada por la griteria y dispersion de los Siracusanos, que huian por entre ellos y se los llevaban de paso; hasta que Dion, pues que nadie atendia á lo que decia, se propuso mostrarles con obras lo que debia hacerse, cargando el primero á los bárbaros, con lo que se trabó alrededor de él un repentino y reñido combate; pues siendo conocido no ménos de los enemigos que de los propios, todos aquellos á